lunes, enero 15, 2007

Tenedor del plato fuerte


Entró en el azul imposible, dientes desnudos le hacen cosquillas mientras la ducha lo jabona y lo susurra. Pensamientos de gelatina y comida hervida lo atañen a la cocina. Sabiéndose desde ya tenedor del plato fuerte, decide apurar las faenas del agua. Sale entonces del vapor cubierto por toallas y nubes, se viste como muerto enlutado de negrura y gomina ceñida a la nuca. Paso a paso se come el pasillo, se envuelve en olores y sale sobre una bandeja terrible de platos.
Lo miran y reflejos hambrientos le recubren el cuerpo, la luz del cielo es demasiado intensa. Hay un ritual. Voces dramáticas repiten letras españolas, una armonía responde al llamado de los dientes.
Tenedor del plato fuerte, un respiro y el miedo. Y…
Dedos que lo enlazan desde las piernas, firme, apretado. Sintió el primer impacto cuando sin compasión ni paciencia le hundieron la cabeza en el filete caliente y el mundo se le llenó de arroz y carne.
Y el cuchillo no para de cortar, tiene fiebre de katana. El trabajo no acaba, es una guerra sanguinaria. Los dientes en la cabeza le arden de dolor, de cansancio. El tenedor mira el plato de fondo, medio lleno y aún vibrante. Las horas se escurren por la mesa, las risas comensales apestan y tienen olor de piel cocida y codicia. Hablan de dinero y de cosas de la tierra.
La cena se interrumpe y el tenedor presta ojo para fotografiar al verdugo que lo sujeta por las piernas. Es un hombre joven de aspecto nervioso. Desde abajo, el servicio plateado unánime señala que está fuera de lugar en el restaurante, el joven es un extranjero de la buena mesa y las finuras.
La pausa continua. Sólo hay tres personas, las otras gentes se retiraron inusualmente de la mesa. El verdugo de nuestro tenedor, conteniendo el titubeo de su voz, dice finalmente:
- Ustedes dirán,… puedo hacer lo que sea.
- Es Anne Rose, comprendes. Sólo ella – responde el hombre delicado, dueño de un bronceado impecable.
- Comprendo… - resopló el verdugo – buenas noches.
El tenedor lo sigue con la mirada mientras el verdugo se borra con la noche y acaricia la puerta con su espalda antes de sumergirse en la calle y escurrir.



Nota: Tenia en el olvido el blog, bien por y para el mundo. GL