Brotó de la última puerta y avanzó por el pasillo de las ventanas estelares Hubo sol, viento y recuerdos cristalizados de gaviotas. Sonrisas de bocas trémulas, presagios antiguos y emancipación solapada. No supe más nada y quizás ese fue el error sombrío de la tumba y la pena silenciosa engarzada a mi garganta.
Sarcasmo. Fue una especie de emoción acorazada esa cosa que viajó por el pasillo y dobló por mi lado al caer la noche.
Poblaron mis ojos tantas vidas y tierras que me hundí en el filo de mi espada.
- Te soñé anoche, vestías de cuervo y me besabas en la mejilla.
- Yo te oí cantar en mi ventana a las tres de la mañana.
- Sentí que dormías a mi lado y que me contagiabas tus pesadillas.
No les respondí nada, volé en cincuenta y tres escalones y fue delicioso ignorar y aislarme de mentes acechadas de privacidades y vanidades de piel desnuda. Ser letra es complicado, pero acostumbrándose es una necesidad caliente y desaforada de tejas y de techos inundados de gafas y agua salada.
No encontré lo que buscaba.
Esa sensación aún me sostenía al vilo del ensueño y me di cuenta de tantas cosas, que el vértigo fue un apego al paladar. Debí haber vomitado y soltado el agrio contenido de mi secreción, pero fui un cobarde maniatado por el prejuicio de no saber sentir.
Ayer. Sí, sólo fue ayer.
Al día siguiente me sentí perseguido de lo increíble. Incluso en la hora del almuerzo, entre tenedores y ansias, espiaba mi espalda acechando emociones de pasillo.
Sarcasmo. Fue una especie de emoción acorazada esa cosa que viajó por el pasillo y dobló por mi lado al caer la noche.
Poblaron mis ojos tantas vidas y tierras que me hundí en el filo de mi espada.
- Te soñé anoche, vestías de cuervo y me besabas en la mejilla.
- Yo te oí cantar en mi ventana a las tres de la mañana.
- Sentí que dormías a mi lado y que me contagiabas tus pesadillas.
No les respondí nada, volé en cincuenta y tres escalones y fue delicioso ignorar y aislarme de mentes acechadas de privacidades y vanidades de piel desnuda. Ser letra es complicado, pero acostumbrándose es una necesidad caliente y desaforada de tejas y de techos inundados de gafas y agua salada.
No encontré lo que buscaba.
Esa sensación aún me sostenía al vilo del ensueño y me di cuenta de tantas cosas, que el vértigo fue un apego al paladar. Debí haber vomitado y soltado el agrio contenido de mi secreción, pero fui un cobarde maniatado por el prejuicio de no saber sentir.
Ayer. Sí, sólo fue ayer.
Al día siguiente me sentí perseguido de lo increíble. Incluso en la hora del almuerzo, entre tenedores y ansias, espiaba mi espalda acechando emociones de pasillo.
8 comentarios:
esta bueno, me gusta como escribes.
sigue asi.
es genial leer y escuchar a jovenes talentos, que llegaran hacer algo en sus vidas, con tan solo hacer lo que quieran.
Feliz Año Nevo !
Lo Mejor Para Éste Nuevo Año !
volví... a medias pero volví....
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