“Renaceré, renaceré, y una gran voz extraterrestre
Me dará la fuerza antigua y de la dolorosa de la fe,
Para volver, para creer, para luchar”
Horacio Ferrer, Preludio para el año 3001
Y mañana, prisionero de la cortina herrumbrada de pestañas y el cansancio y la dureza de las sabanas; prorrogará el ponerse en pie, el venir de intentos por arreglar el fin de mes, la renta y la cuenta y la financiera y el matrimonio. Todo lo que tiene, vale una ducha y acaso saber, intuir, la esperanza de levantarse como todos los días y sonreír un poco más, derrotar un poco el mundo, la alegría sospechosa del desagravio, la intolerancia palpitante del plato que no aguanta el pan, la mesa que soporta la legumbre y fallece de fiebre en termita, en llama y en mudez.
Mañana, el diablo contertulio le arrojara copas ardientes y volverá él, con el semblante terrible y la voz achocolatada de tabaco, azufre y petróleo, a remembrar el filo de ayer. Y él, caballeroso, se hundirá en la desesperación. Y el diablo contertulio encontrará lo que busca, atesorará el trágico sabotaje y será completo, escuadra de la tristeza más antigua y armadura de siglos de esclavitud.
Pero mañana sigue estando distante del todavía, permanece en la ventura del escrito destino plantado, de las esquinas clásicas y el retumbar de la milicia.
Ahora sacude la cabeza, esparce el agua de la ducha en crispadas direcciones, es un perro empapado de lluvia torrencial, extiende la vista horizontal al corazón observando lo siguiente, que de paso lo devora y lo contiene y lo sobrepasa. Está indiferente y es de día, mediodía, y el sol pega fuerte, el aire tiende al soponcio natural del aceite de la maquina, medio tono, crudeza, humedad y calle venida a menos. Tiene un sabor de mil penumbras en la boca, sabor de labios oscuros, caricias de sexo y penetración de crimen, sudor de eyaculación y pesebrera despojada de toda estrella. Siente como si regresará a algo, tantea con los pies la firmeza del pavimento resquebrajado y tatuado de señales de transito confusas y añejas. Al costado, la fábrica oxidada esgrime al cielo crudo los cimientos de metal, las tijeras de hierro torcido y las paredes reducías a intentos de muros. Y por allí, por eso agujeros de la coraza que fue fábrica, trabajo e industria, observa las escaleras fantasmas, escalones de piruetas que no conducen a solides y desembocan al vértigo de la nada.
Deambula por la rectitud del camino en jirones, huyendo un poco de la maquinaria y del esqueleto de concreto metálico industrial, busca el trajín urbano, alejarse de la esfinge desmoronada del progreso, y también del nido de ratas de la mujer que poseyó, a costa del cash plástico, en el burdel de la miseria. El hedor que expele lo marea, fecunda en su mente imágenes dolor asociadas a placer oral y terrible satisfacción.
Lo cierto es que paso a paso, sin azotar una pizca consuelo, se abstrae ácidamente en la seguidilla de elementos punzantes, que como siempre, lo atan al extraño estado de alardeo, de cruel vorágine de hacer nada, de vibrarse y olfatearse miserable, hundido, desaparecido. La caminata cósmica culpable, de pecado, y reconocer la sed de tiempo, de rectitud, de un tímido volver a empezar. Así era siempre, no es hombre de putas, la conciencia musical le retuerce el secreto, la infidelidad.
Regresa a casa más pesado, más de mundo, y aún así, no quiere retornar a otro lugar. Los tijerales en óxido fatal le amenazan con peligro, la calle confunde con mensajes de direcciones, estaciones. Y en la torpeza, apenas, vislumbra el fugaz pestañeo de lo urbano, de la metralleta de tubos de escape, pasos, gente, ruido, sangre. Se acerca, enseguida, a la vía sanguínea de la ciudad. Saberlo, sentirlo, evadirlo; esbozos al parecer del plan que desarrolla para fingir de nuevo y sonreír.
Y lo dejamos ahí, aún ayer, convertido en sus propios demonios.
14 de Enero del 2032, Chile.
1 comentario:
El autor está muerto o anda de parranda?
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