sábado, julio 07, 2007

No me vencerá

Una callejuela ácida, increpadora. Muros acerados de musgo y hedor de humedad perpetua, anclado a las formas de ladrillos apenas adivinables en la sombra. Había allí un montón de huesos en carne, un hombre, o lo que al menos lo que consensual, histórica y socialmente se ha determinado como espécimen macho a lo largo y ancho de la tierra. Aquella complexión - sanguínea y ósea - balbucea cosas en un lenguaje de humanidad sentimental, aduce a verbosidad que debería ser llave empática en cada rincón oscuro, desconsolado y terreno. No me transmite nada, veo su lengua contraerse y agitarse y percibo sonidos de volumen insolente, grave y agudo, poco constante y estridente que suben y que bajan. Mueve sus brazos, junta las palmas de las manos y se arrodilla, le llueve la cara y creo que está enfermo, porque palidece. No me transmite nada.

Arriba, entre las copas de los arboles, siento un ave moverse, rozar las hojas y emitir ruiditos fugitivos, agazapados al tronco del mártir terrícola original, del pilar verde y maltrecho, pertrecho de guerra, estatua natural. Y me alargó, me estiro y una tela que me absorbe la cara desde el mismo infierno.

Otra puerta, un gran pasillo. Luces artificiales, grandes ampolletas en forma de dulces acarameladas de algodón. Una cerámica acalorada, transpira y deja que mi reflejo la alimente de pasiones desconocidas y terrores. Una mujer garabatea dibujos en orden de desagravio, dibuja zapatos de taco enorme. Tacha con rabia un nombre de hombre y no le importa nada. De labio apretado, mejilla colorada, mordisquea la tapa azul de un fideo plástico rígido. Baja como un ascensor hasta el final de la hoja que garabatea, me gusta el corazón de aquella mujer y le aspiro la tibieza que emite al respirar. La dejo con su corazoncito roto, sangrando.

Salto de una ventana y flotando, entre oscuridad de luces solitarias de millones de apartamentos, recuerdo el fanatismo enamorado de aquella mujer. Y estoy tan lejos del piso, de las costumbres, que me olvido de la emoción que me inspira ella y almaceno, como dato sin interpretación explicable al sentir, lo referente a los hechos. ¿Qué fue una mujer en el camino de un “algo” como yo? Quizá el añadido de una noche, la sombra de algo, la sombra de un hombre o el pellejo de una bestia a la entrada de un palacio de cerdos exploradores anglosajones. No me importa, no me vencerá la idea aquella de una dama y ese hombre que no le entiendo lo que habla. ¿Serán así los hombres? ¿Serán así las damas? ¿Será aquello lo que hablan? No lo sabré, nadie lo entenderá y mucho menos tú.


Fin

Pd: Son tantas las cosas por las cuales luchamos, que resulta inevitable ser consecuente con algunas de ellas.
La negociación ideal, donde nadie pierde, no admite ganadores.
Los fuertes son una amenaza para el planeta.
Las modas son enemigas del género humano.
La pedantería agota. Nunca deberían florecer las gotas,
Nunca debería vencer el más grande.
Nunca deberían existir medidas, no hay riqueza ni pobreza.
El que usa la escalera, corre tras del polvo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

quede con gusto a poco... sube algo pronto, estás perdiendo continuidad y los dedos frios no son deseables.

Anónimo dijo...

más, más, más... cansa esperar...