domingo, agosto 31, 2008

Un trozo de algo

Pies húmedos acariciando el suelo, perspicaces movimientos, siluetas adornadas de clandestinidad. Mantiene los parpados en cerrojos y pavor. Intuye mentalmente la obscuridad, hunde un poco la nunca en la profundidad de una almohada y sopesa ideas enrevesadas sobre lo imposible y sobrenatural. Derroteros auspicios de calamidades a flor de piel, cabellos erizados...



PD: No pasa nada...


sábado, julio 12, 2008

Esa locura de quererse y reventar

Esa locura de quererse y reventar

Por El Autor

Problemas, había complicaciones de última hora a bordo de la casa, muebles expectantes a las transferencias de cariño y las disoluciones contractuales de los cónyuges. Gritos, platos desintegrados esparcidos como flores nupciales rimbombantes sobre la alfombra, regalo carísimo de la octogenaria tía millonaria. Los elementos naturales del hogar apenas se protegían de la ira desbordante de los que alguna vez, en la solemnidad absoluta de un “Sí, quiero”, profesaron el amor. Tiemblan los cimientos de la casa, los dividendos a veinte años, el automóvil familiar, las deudas con las tiendas comerciales y… ciertamente, el hijo, encerrado en la baño sin para de llorar a mares por el sentimiento indefinible del haber nacido entre el día y la noche.
Profundidad de sabana blanca violada, gérmenes de libertad seducidos por aires turbulentos de terceras pieles, replicas a volumen elevado marchitando plantas del jardín. Ruptura de corales, sueño venido a irreductible sensación de boca y la discusión de nunca a acabar; “No eres tú soy yo, se acabo el instante, ya no es igual,…nos ha consumido el invierno y siete puntos suspensivos por la mañana…”. Él, erguido, potro orgulloso de sí mismo, aduce a la lógica de los momentos, la potencia del pasado y las aspiraciones construidas para el mañana de los hijos, casi llora y así, quebrado al borde, balbucea la declaración jurada, la ratificación permanente del “te amo hasta los huesos”. Ella, a mirada cambiada, perfilando el rostro al ángulo de la ventana, deja pasar al caudal de llanto, desechando con aflicción las razones sistematizadas, las promesas de altar civil le pesan más que cien planetas apilados sobre la balanza universal; anhela conocer las sendas que prematuramente desechó, es compresible, ¿Quién podría detenerla? Esas voces que le susurran lo que no conoce, le fascina y seduce. Hay guerras que él no pudo ganar, hay batallas que ella no quiso luchar.
Problemas, al marido le está temblando ahora también la mano, rubor venoso por el cuello, reventándole a presión la paciencia, errores que a flor de piel pretende cometer, aunque el remordimiento después lo aniquile. Es así la estabilidad cuando cuaja, no hay recipiente que la contenga, ambos lo saben. Se pueden destruir con sólo provocarse.
El hijo, de rodillas, cabizbajo, abstraído en el reflejo que le rebota de las baldosas inmaculadas del baño, anda con el temor solapado en el rostro, abatido y con dolor de niño, con la infinidad pasional infantil de abarcar los vértices más áridos. Sufre, hierve de incapacidad.
El esposo suelta un martillazo de puño cerrado, tronco inflexible contra esa mejilla suave que por tantos años descansó sobre su pecho. La mujer gime, se hilvana la cara de manos, pretende envenenarlo a miradas fieras. ¡Ay, como quema el querer!, piensa el esposo al impactar una explosión de solidez en la otra mejilla. La reina del hogar se desploma, sutil dramatismo de ecos, la persigue la mesita del teléfono que cogió en busca de firmeza antes de aterrizar en el piso y sufrir.
Y los ruidos de calle, bañando las circunstancias de cotidianeidad, el resoplido de las llantas del bus escolar, los pajarillos de la incipiente primavera, cielo desnudo de azul, pasividad omnipresente y ubicua. Fuera de las rejas de la casa, aún existía sorpresa, novedad.
Desde el suelo, melena recostada sobre la alfombra, mirada sostenida hacía el ángulo exterior de la ventana, buscando algo, una señal, algún signo indescifrable de porvenir; la mujer abraza la libertad. Lo va a soportar todo, que la magullé de pies a cabeza, que le rompa las costillas, llene de moretones las piernas y rasguñe la cara. Cuando él se canse de castigarla, huirá, no le importa nada. Volará y muy alto. Nausea, percibe el mareo insistente – desfallecer, hacía el centro de la tierra. Brutalidad – y mundo de color disonante, las paredes de la casa constriñéndose a soportar el hogar que se derrumba a pedazos a vista y paciencia de los vecinos, la nana y la financiera.
El niño, hundiéndose en las sombras mentirosas de golpes y un silencio ensordecedor de instantes que no ve, colorea las escenas murmuradas por las rendijas de la puerta. Su imaginación es terrible y lo devora. Bombardea la retina de infierno- ¡Lo impensable!-, padre que se aleja y mala madre fugada. Es un huérfano, el niño se dibuja como huérfano, solitario en un mundo que lo aborrece ¿Qué será de él? ¿De donde obtendrá el calor de un abrazo y la seguridad de un techo? Se ve caminado descalzo por una infinidad de parques, en torrencial sacudida de aguas, en frio y enfermedad. Pobre huérfano expuesto a la insolencia voraz de los elementos, paria en apuros y sin padres ni escuela. Crecerá, todos lo reconocerán como el niño abandonado que triunfó, algo así como héroe, será también padre y uno bueno, tal vez gerente de una empresa, una hermosa mujer de talla elegante como esposa. Vencerá, que lo dejen solo, los odia a ambos, siempre discutiendo en vez de atenderlo, de preguntarle por lo que quiere, piensa y necesita. Se aman más a sí mismos que al producto del mutuo amor, el niño lo intuye – sin perdón ni olvido, lo sabe-.
Y la guerra, él marido ya no sólo golpea, grita. Que el barrio sepa que hay problemas, al diablo el día soñado, el cielo azul, la pasividad, lo corriente. Hay un problema, ella pretende marcharse, nunca lo quiso, anhela emociones diferentes para el resto de sus días. ¡Que el barrio sepa que es una desgraciada!
La mujer no responde, absorbe la perspectiva de la ventana en plenitud.
El niño ya se ve muriendo, rodeado de bisnietos, amado y respetado. Llorado por su hermosa mujer y por el mundo entero. La televisión y los periódicos lo despiden. Un héroe, perfecto ser humano, grandioso aporte a la humanidad. Un príncipe en la tierra, el más bueno, justo, leal, amable y sabio. Muere, a los cien años, en tranquila y plena vejez.
El marido está colérico, sabe que hay un motivo que le escabulle en los acontecimientos. Un extraño, imagina debe haber explorando el campo exclusivo de la esposa fugitiva. Lo ve surcando los caminos secretos, ese otro sin rostro pero con potente cuerpo transgresor, aspirando descaradamente los olores reservados, penetrando lo sagrado. Se detesta y ella es la culpable. Y se quiere escapar, ¡No puede ser posible!
Al hijo le rinden tributo, monumentos regios; Es un dios. Le adoran y el desde los cielos, ya como un santo- ángel milagroso, les concede las plegarias a sus fieles.
La mujer, dueña del perfil exterior de la ventana, espera su liberación – La tendrá, es cosa segura- . Sin prisa, soporta el castigo que no merece, pero necesita.
El esposo, paso al frente,…el abismo.
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Lo apresaron sin oponer resistencia, perdido ya en la culpa de cometer. Ensangrentado, sudoroso, cien veces asesino y a veces inocente. Lo confesó sin que se lo pidieran, manantial de información desagradable y cruda. Del niño nunca le sonsacaron información, siquiera un rastro del infante fue posible pesquisar en la casa. “Se esfumó”, balbuceó el padre después de media década de terapia, “Se esfumo para siempre…”.
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FIN

22 de junio de 2008, Concepción, Chile.

miércoles, junio 11, 2008

Amores Limpios - Cuento

Amores limpios

Por el Autor

Saliendo a media tarde, cielo paralelo inundado de reflejos espaciales en celeste descampado y glorificado en la figura horrorosa del peñasco selenita, el amante en desgracia llora la perdida de la dulce Leonor. Entre los dedos, trece semanas de arrumaco, caricia y puerta suprema del amor; ahora más bien nada, presente ingrato y bombardeado por demagógicas manifestaciones de porvenir sentimental venido inesperadamente al dolor de una ruptura, quiebre causa despiadada de un tercer actor sin atisbo de invitación. Traición de boca y frívola tecnicidad, agravada con verbos afilados de amor a priori en justicia del daño.

Jornadas exhaustivas de incondicional pasión, en naufragios espumosos de tibia complicidad a triplete diario, olvidadas sin remordimiento por la sin igual Leonor. Momentos que al evocarlos en la vorágine del recuerdo, dispersan en su corazón despechado la llama de un deseo de sacrificio superior a la magnitud actual de sus fuerzas. “La vida es así, una fiera competencia que deja atrás a unos por la mejor oferta de un contrario, por el frenético anhelo de aspirar a lo mejor vez por vez”.

Lagrimas gigantes le resbalan por el cuerpo, estigma de angustia demoledora, de escena caliente aún vivida en la retina y las sucursales libertarias del imaginar. La real y pavorosa traición de boca, la unión ilícita de almas enredadas en juegos húmedos, lengua voraz incontenible. “Oh, tanta herida sangrante al descubierto, al fatal efecto de los elementos. Una mejor opción, una combinación más atractiva de beneficio y se acabo, lo cambian a uno sin importar el tiempo compartido ni la intensidad del querer. ¿Acaso nada es suficiente?”.

Pobre amante ninguneado, desperfilado por las ineludibles dotes físicas conferidas por el azar técnico científico dental. Arma de doble de filo, causa simultanea de su desdicha como de las ventajas comparativas del actor paracaidista que intervino en la senda feliz del cariño de Leonor. Y ahora, a media tarde, a minutos bravos y rapaces de poner fin higiénico a su existencia, labor y profesionalidad, el cepillo dental modelo clásico, verde intenso, filamentos viriles levemente chascones, contempla el abismo niquelado, las aguas quietas y el musgo oliente y maloliente, residencia nueva de la labor otrora exclusiva de la bien amada Leonor. “¡Contra un Cepillo eléctrico, cargador USB, 2048 MB de memoria, reproductor MP3 y porte apuesto y bien plantado, no se puede hacer frente!”, dictaminó firme y claro cuando la mano vestida en plástico amarillo, lo conducía firmemente hacía el triste destino de orines, residuos fecales y compañía. “El amor así, una oferta constante de más y más. Nunca es demasiado, siempre faltan detalles materiales para elevar exponencialmente los matices. En ese mercado de libre cariño, no hay buen corazón que resista sin soporte bancario y algo más que nobles y legitimas ganas de amar” y habiendo pensado sentidamente esas palabras, barrió con el vestigio del almuerzo de Leonor, irónicamente hilvanando las curiosas vueltas de la vida, “De limpiarle las sutilezas de los dientes, ahora sólo me quedan los resto inmundos de sus excreciones. ¡Una mierda!”.

Y es así como terminan los príncipes de nuestro tiempo, con las peores sobras posibles y un penetrante olor a letrina. Que se juzgue sin contemplaciones.

Fin

Miércoles 11 de Junio de 2008, Concepción, Chile.



Nota del autor: Tiempo sin escribir, algo breve, pero que su elaboración trajo consigo una gran satisfacción. Dedicada a la verdadera Leonor, la que amo.
Sin más, de despide desde la tribuna lejana de un procesador de texto,
El Autor.

martes, enero 01, 2008

Frontera del Sur

“Renaceré, renaceré, y una gran voz extraterrestre

Me dará la fuerza antigua y de la dolorosa de la fe,

Para volver, para creer, para luchar”

Horacio Ferrer, Preludio para el año 3001



Y mañana, prisionero de la cortina herrumbrada de pestañas y el cansancio y la dureza de las sabanas; prorrogará el ponerse en pie, el venir de intentos por arreglar el fin de mes, la renta y la cuenta y la financiera y el matrimonio. Todo lo que tiene, vale una ducha y acaso saber, intuir, la esperanza de levantarse como todos los días y sonreír un poco más, derrotar un poco el mundo, la alegría sospechosa del desagravio, la intolerancia palpitante del plato que no aguanta el pan, la mesa que soporta la legumbre y fallece de fiebre en termita, en llama y en mudez.

Mañana, el diablo contertulio le arrojara copas ardientes y volverá él, con el semblante terrible y la voz achocolatada de tabaco, azufre y petróleo, a remembrar el filo de ayer. Y él, caballeroso, se hundirá en la desesperación. Y el diablo contertulio encontrará lo que busca, atesorará el trágico sabotaje y será completo, escuadra de la tristeza más antigua y armadura de siglos de esclavitud.

Pero mañana sigue estando distante del todavía, permanece en la ventura del escrito destino plantado, de las esquinas clásicas y el retumbar de la milicia.

Ahora sacude la cabeza, esparce el agua de la ducha en crispadas direcciones, es un perro empapado de lluvia torrencial, extiende la vista horizontal al corazón observando lo siguiente, que de paso lo devora y lo contiene y lo sobrepasa. Está indiferente y es de día, mediodía, y el sol pega fuerte, el aire tiende al soponcio natural del aceite de la maquina, medio tono, crudeza, humedad y calle venida a menos. Tiene un sabor de mil penumbras en la boca, sabor de labios oscuros, caricias de sexo y penetración de crimen, sudor de eyaculación y pesebrera despojada de toda estrella. Siente como si regresará a algo, tantea con los pies la firmeza del pavimento resquebrajado y tatuado de señales de transito confusas y añejas. Al costado, la fábrica oxidada esgrime al cielo crudo los cimientos de metal, las tijeras de hierro torcido y las paredes reducías a intentos de muros. Y por allí, por eso agujeros de la coraza que fue fábrica, trabajo e industria, observa las escaleras fantasmas, escalones de piruetas que no conducen a solides y desembocan al vértigo de la nada.

Deambula por la rectitud del camino en jirones, huyendo un poco de la maquinaria y del esqueleto de concreto metálico industrial, busca el trajín urbano, alejarse de la esfinge desmoronada del progreso, y también del nido de ratas de la mujer que poseyó, a costa del cash plástico, en el burdel de la miseria. El hedor que expele lo marea, fecunda en su mente imágenes dolor asociadas a placer oral y terrible satisfacción.

Lo cierto es que paso a paso, sin azotar una pizca consuelo, se abstrae ácidamente en la seguidilla de elementos punzantes, que como siempre, lo atan al extraño estado de alardeo, de cruel vorágine de hacer nada, de vibrarse y olfatearse miserable, hundido, desaparecido. La caminata cósmica culpable, de pecado, y reconocer la sed de tiempo, de rectitud, de un tímido volver a empezar. Así era siempre, no es hombre de putas, la conciencia musical le retuerce el secreto, la infidelidad.

Regresa a casa más pesado, más de mundo, y aún así, no quiere retornar a otro lugar. Los tijerales en óxido fatal le amenazan con peligro, la calle confunde con mensajes de direcciones, estaciones. Y en la torpeza, apenas, vislumbra el fugaz pestañeo de lo urbano, de la metralleta de tubos de escape, pasos, gente, ruido, sangre. Se acerca, enseguida, a la vía sanguínea de la ciudad. Saberlo, sentirlo, evadirlo; esbozos al parecer del plan que desarrolla para fingir de nuevo y sonreír.

Y lo dejamos ahí, aún ayer, convertido en sus propios demonios.

14 de Enero del 2032, Chile.



PD: Feliz año a todos!